Historia

Un olor putrefacto en el patíbulo, gritos de muerte en el banco de tortura, una muchedumbre burlona en torno a la picota… Todo nos suena a situaciones bárbaras del lado más oscuro de la Edad Media. Por suerte, hoy vivimos en una sociedad avanzada; eso es lo que pensamos. No obstante, la realidad histórica resulta un tanto más desconcertante.

La exposición del Museo de la Tortura nos muestra la realidad tal cual fue hasta hace menos de dos siglos. Por medio de ejemplos escalofriantes, las autoridades demostraban su derecho de disponer del cuerpo y la vida de sus súbditos. La grotesca diversidad de vehículos e instrumentos para penas todavía tiene la capacidad de despertar repugnancia, pero esto no es más que el efecto deseado al que aspiraban sus diseñadores…

El verdugo también conformaba una aterradora señal de advertencia en la Edad Media. ¡Ay los violadores de la Ley! A pesar de que los verdugos sólo desempeñaran una obligación oficial, estos se convertían, junto con sus familias, en los parias más desdeñados de la sociedad. Esta abominación fue cultivada por las Autoridades de forma deliberada. El trabajo del verdugo también debía tener unas destrezas y una especialización necesaria. En el patíbulo, tenía que demostrar públicamente que la pena era lo suficientemente severa además de legítima. Un ‘golpe final’ que resultase hábil y bien dirigido era recompensado con una gran ronda de aplausos…